Si debiéramos mencionar algún
triunfo del campo teórico en economía-importante respecto a lo que a la vida de
la gente atañe, no esos vericuetos matemáticos dignos del “Nobel”- en los
últimos 40 años, sería sin ningún lugar a dudas haber podido demostrar que la
desigualdad atenta contra el crecimiento y el desarrollo de las naciones. Al
margen de la valoración axiológica que podamos adoptar respecto de si está bien
o mal que exista desigualdad, es sabido que la sola existencia de la
desigualdad y su actual crecimiento limitan el crecimiento económico.
El principio básico por
excelencia que regiría la imposición de tributos en una sociedad que quiera
jactarse de ser equitativa es el principio de progresividad. Este principio
asegura que quienes tienen una mayor capacidad económica para afrontar el pago
de impuestos lo hagan en una proporción mayor a quienes tienen menos capacidad,
es decir, que los individuos y empresas que ganan más, paguen más. Una forma de
expresar este grado de equidad en una sociedad, es observar del total de lo
recaudado por impuestos que se cobran en un país, que proporción corresponde a
impuestos progresivos, por ejemplo, una sociedad en donde el 70% de lo que se
recauda proviene de impuestos progresivos es más equitativa que otra comunidad
en donde solo representen el 30%.
En nuestro país este porcentaje
se ubicaba en torno al 40% hasta fines del año pasado, en tanto que en los
últimos meses este índice ha disminuido al 37,5%, según los datos que publicó
el Área de Economía y Finanzas del Sector Público de la Universidad de General
Sarmiento. Lo cual demuestra la pérdida de equidad que ha sufrido la sociedad
en estos últimos meses, salvaguardando que es solo una de las tantas maneras
posibles de medir la equidad.
No obstante este particular
índice que deschava la forma de distribuir la riqueza de forma regresiva,
podemos enumerar diferentes medidas que promovieron esta desigualdad al interior
de la sociedad.
En Diciembre del año pasado por medio de la
modificación de las alícuotas de retenciones se transfirieron grandes masas monetarias a los sectores más
concentrados de la economía, sumado a la abrupta devaluación del 42 % de un día
para el otro que también significó una transferencia de ingresos hacia estos sectores.
Medidas que aplicadas conjuntamente significan un duro golpe a los sectores más
vulnerables de la sociedad. Por un lado al quitar las retenciones a los
productos agrícolas exportables y reduciéndolas en un 5% a la soja, lo que se
produce es un encarecimiento de los precios internos de esos productos y de sus
derivados, ya que al disminuir esos impuestos, el precio que reciben los
exportadores aumenta, por lo que si en vez de destinarlos al sector externo lo
hacen al interior del país, ahora el precio al que lo hacen es más caro, ya que
se compara con el precio nuevo sin impuestos.
Todo esto no sería tan grave si esos productos no fueran bienes salarios, esto es, que la mayoría de los productos que la Argentina exporta al extranjero son bienes que componen la canasta básica, porque son alimentos o derivados de alimentos. Por lo tanto al aumentar el precio de esos bienes la gente pierde poder de compra, ya que ese tipo de bienes no entra en la categoría de los que se pueden elegir postergar su consumo. Un alimento satisface una necesidad básica como es el hambre por lo tanto su consumo casi que no depende del precio. Es por eso mismo que una devaluación sumada a la quita de retenciones es un duro golpe a los sectores más vulnerables, sector que además la mayor parte de su ingreso lo destina a satisfacer este tipo de necesidades. Esto puedo observarse en el gráfico con mayor exactitud, el abrupto aumento de precios que sufrieron los alimentos luego de estas dos medidas anteriormente mencionadas. Aumentando en Diciembre de 2015 un 10,4 % respecto del mes anterior, lo cual se destaca entre el 2% de aumento que viene presentando mensualmente el aumento en el rubro de Alimentos y Bebidas.
Todo esto no sería tan grave si esos productos no fueran bienes salarios, esto es, que la mayoría de los productos que la Argentina exporta al extranjero son bienes que componen la canasta básica, porque son alimentos o derivados de alimentos. Por lo tanto al aumentar el precio de esos bienes la gente pierde poder de compra, ya que ese tipo de bienes no entra en la categoría de los que se pueden elegir postergar su consumo. Un alimento satisface una necesidad básica como es el hambre por lo tanto su consumo casi que no depende del precio. Es por eso mismo que una devaluación sumada a la quita de retenciones es un duro golpe a los sectores más vulnerables, sector que además la mayor parte de su ingreso lo destina a satisfacer este tipo de necesidades. Esto puedo observarse en el gráfico con mayor exactitud, el abrupto aumento de precios que sufrieron los alimentos luego de estas dos medidas anteriormente mencionadas. Aumentando en Diciembre de 2015 un 10,4 % respecto del mes anterior, lo cual se destaca entre el 2% de aumento que viene presentando mensualmente el aumento en el rubro de Alimentos y Bebidas.
FUENTE: Elaboración
propia en base a datos del INDEC y del Instituto Provincial de Estadísticas San
Luís
Cuando decimos que estas medidas
impactan de manera más dura en los sectores populares se debe, a que como
dijimos en otras palabras, su propensión marginal a consumir es mayor que a la
de los sectores de altos ingresos. Es
decir que por cada $ que recibe una persona de ingresos bajos, destina casi en
un 100% ese dinero para consumir, en tanto que otro individuo con altos
ingresos es probable que de ese $ recibido una gran parte lo destine al ahorro
o a la inversión y no al consumo. Es así
que cuando se produce un aumento en los precios, los sectores más vulnerables
son los más perjudicados.
Por lo tanto, cuando se observa
que los impuestos regresivos empiezan a ganarle terreno a los impuestos
progresivos y esto se combina además con políticas económicas también
regresivas, pareciera que el camino elegido
para reducir los niveles de pobreza y de desigualdad no es el indicado sino
todo lo contrario.
Leandro Pili
Leandro Pili
1 comentario:
El impuesto más progresivo y más justo (porque en general no discrimina entre las fuentes de ingreso, aunque lo hace con los autónomos) es ganancias. En todos los países con "Estado de Bienestar" y alta igualdad el principal impuesto es a los ingresos de las personas físicas. Una lástima las resistencias que despierta en los sectores de altos ingresos mensuales.
Con respecto a retenciones, hay una confusión con respecto a eso en la Argentina.
La Argentina es un exportador de materias primas alimenticias, y eso supone un gran BENEFICIO para los consumidores argentinos. Una especie de privilegio con respecto a los consumidores de otros países.
Aún con cero retenciones, esas materias primas son más baratas en la Argentina que en el resto del mundo (podrán estar a la par de algunos pocos, a lo sumo). Esto se debe a los gastos de exportación, importación y a los fletes, que abaratan ese producto al consumidor local de un país exportador, y lo encarecen en los países importadores (la mayoría).
De tal manera, el trigo es más barato en Argentina que en Brasil, y el café, el cacao o las bananas más baratos en Brasil que en la Argentina.
Brasil exporta mucha más carne que Argentina, y allá la carne esta más barata que aquí.
Ojo, me estoy refiriendo al precio a productor de las materias primas. Después hay procesos industriales y comerciales que hacen que en góndola no siempre se refleje esta "baratura"
Este gran equívoco es una de las causas de la restricción externa, que ha frenado todos los procesos de desarrollo.
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