lunes, 3 de octubre de 2016

Acá les presento un amigo:

En tan solo nueve meses del actual gobierno el Estado Nacional se endeudó en U$S 64.000 millones. ¿Para qué está usando ese dinero?
Por Leandro Pili*
Durante los nueve meses transcurridos de este año el endeudamiento externo aumentó a niveles considerables. El país tomó deuda por un monto aproximado a los U$S 64.000 millones, lo cual no sería preocupante si su destino no fuera el que en la realidad se observa. Está claro que el endeudamiento por sí solo y aislado sin tener en cuenta el destino, no pude ser considerado perjudicial, sino todo lo contrario. Tal es el caso de una familia que se endeuda para comprar una casa; en ese caso el destino del endeudamiento es más que productivo si tenemos en cuenta que es en pos de estar mejor en un futuro y, suponiendo que antes alquilaban, el dinero destinado mensualmente a pagar la renta podrá ser destinado a fines más productivos. O acaso una fábrica, en donde sus dueños toman un crédito para comprar una máquina que les permita aumentar la producción.
Al tomar como ejemplo el endeudamiento de una familia o una fábrica observamos que el Estado se administra de una forma muy distinta. El equipo económico actual, cuyas decisiones moldean en gran parte los destinos económicos de la mayoría de nosotros, está actuando de manera irresponsable en el manejo de la deuda externa, ya que en vez de destinarla al financiamiento de obras de infraestructura y bienes de capital —que son los que permiten capitalizarse en el futuro y generar ingresos de dólares provenientes de sectores productivos—, la utilizan para pagar esa misma deuda: está destinando gran parte de esos fondos para subsidiar gastos corrientes —como si una familia tomara un crédito para hacer las compras en el supermercado o el dueño de la fábrica para pagar el sueldo de sus empleados— y para abastecer la demanda de dólares por parte de individuos y empresas. En el primero de los casos esos recursos quedan fuera del sistema productivo porque, como sabemos todos, el argentino medio tiene una predilección irracional por la moneda estadounidense y, una vez que la obtienen, la atesoran, es decir, no la vuelcan por medio de los canales formales al aparato productivo. Y en el caso de las empresas, giran ese dinero al exterior en forma de utilidades. Resulta evidente que cualquiera de esos dos destinos no contribuyen a generar las condiciones para depender cada vez menos de la toma de préstamos, por lo que se termina generando una dependencia peligrosa del endeudamiento, pues son necesarias cantidades mayores de deuda para pagar los intereses y capitales adeudados más los dólares que de por sí requiere la economía.
En el camino, una pequeña parte de la población parece satisfecha porque puede acceder libremente a comprar los dólares que tanto anhela y, aún más, sin restricciones mensuales ni garantías que demostrar. Sin embargo, la gran masa de dólares es adquirida por una minúscula parte de la sociedad, y cuando pocas personas tienen mucho poder de mercado, —esto significa que en un período de tiempo podrían demandar muchísima cantidad de dólares— la vulnerabilidad del sistema económico es altísima y la suerte de la gran mayoría queda librada al humor del mercado. Pero el mercado no existe, no se lo ve, el mercado son unos pocos privilegiados que no solo cuentan con grandes cantidades de dinero, sino que también —y casi lo más importante— poseen información muy útil a la que pocos tienen acceso. Y cuando esto ocurre es claro que el endeudamiento externo en vez de ser una fuente de crecimiento para la economía termina siendo su peor enemigo.

*Leandro Pili es estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Mar del Plata y columnista del programa radial Voces Cooperativas.

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