viernes, 15 de marzo de 2013

bien Guardia, monto para la derecha, facho para la izquierda

Antonio Caponnetto es uno de los miembros más carismáticos del filonazismo remanente de la agrupación Custodia. Nació en 1951, es profesor de Historia, doctor en Filosofía, investigador del Conicet en el área de Ciencias Sociales y Humanidades y estuvo a cargo de la asesoría pedagógica de instituciones primarias y universitarias. Como profesor se desempeñó en el Instituto Bibliográfico Antonio Zinny y hace aportes en la agrupación ultracatólica ProVida. Es cofundador de la Corporación de Científicos Católicos y del Consejo Consultivo de la Fundación Gladius. Desarrolla su veta periodística como director de la revista filofascista Cabildo y es cofundador de Maritornes. Sus opiniones son habitualmente publicadas en las páginas webs: políticaydesarrollo, ahoraeducación, chicosperdidos, familiayvida y ladecadadel70; esta última reivindica el terrorismo de Estado. Su currículum lo ubica entre las plumas más célebres de la literatura filonazi y es seguro orador en congresos de ultraderecha. El jueves se declaró “permanentemente en estado de alerta”.
Página 12, abril de 2005

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BERGOGLIO DESENMASCARADO

Por Antonio Caponnetto

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El Colaboracionista

Hemos dejado para el final la obsesión central y recurrente de este libro. Posiblemente su causa eficiente y uno de sus principales motores.

Aunque con toda deliberación no se lo menciona, el fiero y terrible replicado en El Jesuita es Horacio Verbitsky. Porque fue y es este sicario mendaz quien más lo hostilizó a Bergoglio inventándole un pasado supuestamente derechista, un presente opositor antikirchnerista y unos antecedentes o comportamientos que lo vincularían con el Proceso. En suma, para Verbitsky, el Cardenal sería culpable del mayor de los males concebibles en todos los tiempos, períodos, latitudes y esferas: no haber hecho nada a favor de los desaparecidos, convirtiéndose así en aliado de la represión militar.

A efectos de replicar esta especie –que para un hombre como Bergoglio es mucho más grave que si lo acusaran de calvinista, de arriano, de sacrílego o de invertido- lo primero que hace es comprar el paquete entero de la historia oficial elaborada por el marxismo dominante. Y demostrar, además, que el paquete comprado le merece plena confianza.

Por eso los elogios a la terrorista paraguaya, la amplísima comprensión y ninguna condena a la Bonafini y su banda comunista, las majaderías hacia el clero tercermundista, la aquiescencia frente a la Teología de la Liberación, las decenas de contemporizaciones con el marxismo, los intencionales aplausos a los “luchadores por los derechos humanos”, y la canonización del clero y del monjerío partícipes activos de la Guerra Revolucionaria. Por eso el guiño constante de aprobación para los nombres de Mugica, Angelelli, Argibay oZaffar oni, y el llanto y rechinar de dientes para las Fuerzas Armadas y de Seguridad.

En los disturbios del 20 de diciembre de 2001 -causados, sin duda, por el nefasto gobierno de De la Rua-, varios policías cayeron salvajemente agredidos por la turbamulta de piqueteros que invadió la Plaza de Mayo. Uno de ellos fue literalmente linchado, sin que sus compañeros pudieran rescatarlo a tiempo. Bergoglio, que observaba los trágicos sucesos, sólo vio lo que quiso. “Llamó al Ministro del Interior […] para detener la represión […] al ver desde su ventana en la sede del Arzobispado cómo la policía cargaba sobre una mujer” (p.18). Es apenas un primer ejemplo, pero el maniqueísmo ideológico queda retratado; y el servilismo al pensamiento único también. La policía represora es siempre malvada. Los manifestantes populares son fatalmente buenos.

“Durante la última dictadura militar –cuyas violaciones a los derechos humanos, como dijimos los obispos, tienen una gravedad mucho mayor ya que se perpetran desde el Estado- hasta se llegó a hacer desaparecer a miles de personas. Si no se reconoce el mal hecho, ¿no es eso un modo extremo, horripilante, de no hacerse cargo?” (p. 138).

Es apenas un segundo ejemplo, pero bien que representativo. El mito basal de las izquierdas es asumido íntegramente por el discurso oficial del Cardenal. El “Proceso” fue una “dictadura”; el Estado Argentino fue terrorista (pero no así los Estados Cubano, Soviético y Chino que sostenían la guerrilla); los desaparecidos se convierten en incuestionables seres en virtud de la inmoralidad del procedimiento que los hizo desaparecer; y el metro patrón para medir la maldad de un gobierno es la violación a los derechos humanos, concebidos ya sabemos cómo: como se conciben desde la Revolución Francesa hasta la Revolución Bolchevique.

Artículo completo, en Radio Cristiandad, junio de 2010. Imperdible.

1 comentario:

Nando Bonatto dijo...

que lo pario este CAPO NERO mas que caponeto

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