lunes, 18 de enero de 2010

Historia de una infamia



Escribe Juan Francisco Risso, el compañero Antonio nos avivó:

Nosotros, los argentinos, no teníamos una deuda externa. Luego nos inventaron una. A cambio de nada. Yo la ví nacer.Corría el año setenta y tres. Quizá mil nueve setenta y cuatro. Con mi condiscípulo y amigo Eduardo Duca estudiábamos la asignatura Economía Política en la cocina de un departamento interno de la ciudad de La Plata. Estábamos en el capítulo correspondiente a Ventajas Comparativas. Un país gasta diez mil dólares para fabricar un cañón. Con esa misma plata -decía el libro- también puede fabricar x metros de tela. Hete aquí que vendiendo en el mercado esos x metros de tela, el país en cuestión recauda unos veinte mil dólares, suma que le permite adquirir dos cañones en ese mismo mercado. Ergo: al hipotético país le conviene dejarse de embromar con fabricar cañones, y dedicarse a lo suyo. O sea, a la tela.Yo dije que estaba clarísimo, pero Duca me miraba poco convencido y no decía nada aprobatorio. Tras unos momentos, finalmente abrió la boca y soltó esta frase: "Me parece que esto está hecho para que los países no se desarrollen". Lo dijo tímidamente. Vacilante. No sé si había escuchado cantar el gallo -había hecho un año en Ciencias Económicas- o si, simplemente, era más perceptivo que yo en estas cosas. Que lo era.Lo cierto es que ningún país nació desarrollado; el desarrollo es todo un proceso, con costos y con sinsabores. Y cualquier inteligencia media puede prever el futuro de un país que sólo fabrica tela: poco a poco, a su alrededor irán subiendo de precio los cañones, los autos, los tomógrafos, los alimentos y todo lo demás. Muy pronto, con x metros de tela comprará sólo medio cañón. Y que rece su presidente para que el fabricante de cañones no incursione en el rubro telas. Esa era la crítica del universitario Duca a la Ley de Ventajas Comparativas. Me gustó y la compré.Mil novecientos setenta y seis: golpe de Estado. Martínez de Hoz explica como vamos a parar la inflación, y se instaura "la tablita", que pre-establecía el valor del dólar a través del tiempo. Un dólar baratísimo, un regalo. Así se echaron las bases para una nueva Argentina. Uno de sus "Chicago boys" nos regaló esta ilustrativa frase, que estará en los archivos: "Ahora se va a saber si la Argentina tiene que fabricar acero o caramelos". Un test. Obviamente, con ese tipo cambiario no podíamos competir con nadie: lo que venía de afuera siempre era más barato, para no hablar de exportaciones. De modo que quien fabricaba algo simplemente se hizo importador, le dio la mano a los obreros de su fábrica (cuya persiana luego bajó) y la nueva Argentina tomó su curso. En ese momento, la deuda externa era de 6000 millones de dólares. Nada. Un vuelto. Cuando finalizó El Proceso debíamos 40.000 millones. A cambio de nada. Traían los verdes de afuera, se pasaban a pesos, los colocaban acá a tasas insólitas, reconvertían a dólar y se llevaban todo de vuelta. Por supuesto: se ponía plata todos los días para mantener el tipo de cambio. Así se montó el invento.Un producto que internacionalmente valía 10 dólares, acá se podía vender a 20 o más. Y lo comprábamos. Por la otra vertiente estaba el "deme dos" y la Isla Margarita, época en que las personas más incultas y prepotentes hacían de embajadores en el exterior, fortaleciendo la imagen preexistente del argentino. Cuando un gaucho anda con plata...Ese dólar artificial fue forjando nuestra querida deuda externa, hoy parte de nuestro ser nacional.Lo que a mí me marcó para siempre fue cómo nos lo decían en la cara: "Ahora se va a saber si la Argentina tiene que fabricar acero o caramelos". Y nosotros, veinticinco millones, aplaudiendo con el helado en la frente. Tres años antes, un estudiante de veintitrés años me había avisado que este tipo de situaciones sólo conducen al subdesarrollo y al estancamiento. Pero nadie escuchaba. La gente vendía su casa para colocar la plata a interés. Todos éramos financistas. El país parecía estar en alza.Capítulo siguiente: Raúl Ricardo Alfonsín vociferando, con su dedo índice acusador, que había que determinar que parte de la deuda era legítima y qué parte ilegítima. Muchas veces escuché esa frase de su boca durante su campaña política. También estará en los archivos. Ese fue un punto de inflexión, cuando -tras la victoria radical- vino el silencio de radio. Ahí se dejó correr la pelota. Pino Solanas tiene toda la razón. Pero, por desgracia, Cristina Fernández también la tiene. El momento era cuando cayó el gobierno ilegítimo que "fabricó" esa deuda. Ahí podíamos decir, por ejemplo: "Ustedes sabían que los militares eran usurpadores del poder, e igualmente les fiaron. Ahora nosotros queremos ver y revisar todo". Pero tras veinticinco años de reconocer la deuda íntegramente y de renegociarla y de hacer pagos parciales, ya no podemos aparecer con esa historia. En este punto, coincido con Cristina. Perdón, Pino.Si todavía no he logrado hacerlo sentir mal, recordemos la Convertibilidad, el mismo perro con diferente collar. Pero eso -peor aún- lo votó el Congreso, y ahí ya seríamos unos 35 millones aplaudiendo con el helado en la frente. Se suponía que eso era como la morfina, para un paciente que sufría de hiperinflación. Pero qué me dice usted de un tipo que está varios años dándose con morfina.Cuando el paciente se desintoxicó, estaba flaco y debía mucho más que antes. Creía que un dólar costaba un peso, pobrecillo. Los médicos le explicaron que un dólar costaba tres pesos. El paciente dijo que todo ese tiempo había creído lo contrario. Un delirio típico.Avariciosos, malignos -buitres, si quiere- no está probado que nuestros acreedores fuesen responsables de la tablita de Martínez de Hoz, con la cual fuimos dichosos dueños del mundo. Mucho menos son responsables del silencio que guardó el gobierno constitucional siguiente, acerca de la legitimidad de la deuda. Que, sin duda, había mucho para decir. Menos aún son responsables de la Convertibilidad, votada por el Congreso ¡en épocas de De la Rúa seguíamos pidiendo a Cavallo! Triste pero real, querido Pino: a esta deuda habrá que bancarla, de un modo u otro.Triste, no: muy triste. Porque nosotros, los argentinos, no teníamos una deuda externa. Y luego nos inventaron una. A cambio de nada.

La Voz del Pueblo, Tres Arroyos, domingo 16 de Enero.

1 comentario:

Javier dijo...

Asi es compañero , pero yo creo que además de bancarla , sería bueno que los responsables sufran el escarnio público en lugar de star hablando imopunemente como si no tuvieran nada que ver . A cavallo paredon
Dos veces , en 1980 estatizo la deuda privada y en 1991 creo la cahja convertible que duplico la deuda , para luegio haer el Megarcaste en 2001 para aumentarla otro 50%hasta que llegamos al default y de ahi estamos pagando un 30% .

Un abrazo y segui disfrutando de las puteadas de argentinos en las playas de Florianopolis ( Eu tenho desejo de ir lá ) , si sabemos que la estupidez gorila no tiene límite.

Un abrazo

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