sábado, 11 de febrero de 2017

Tiempos de forja.

"Todo taller de forja, parece un mundo que se derrumba" (Hipólito Yrigoyen)

Aludía así al aparente caos que en la sociedad se producía cuando se estaban gestando movimientos que terminarían produciendo cambios fundamentales.

Aquel "regimen falaz y descreído" al decir de don Leandro N. Alem en su discurso del 13 de abril de 1890 en la génesis de la Union Civica, fue agonizando en el charco de sus propios latrocinios, hasta finalmente, acorralado por las propias circunstancias, hubo de negociar su retirada, y aceptar (Ley Saenz Peña mediante, en 1912) el voto secreto, universal (hasta por ahi nomás, ya que no contemplaba el voto femenino) y obligatorio.

Pero aquel régimen era el efecto y no la causa. La causa eran los intereses de grupos de poder, (los que llamamos "poderes fácticos") que venían gobernando el país por intermedio de sus personeros y comisionistas locales.

Al aparecer el pueblo en escena, debieron cambiar sus estrategias, y así fue que debieron descender un escalón y apelar a la fuerza para mantener (o recrear lo que hoy se llama "un clima de confianza"). Así la interrupción del orden Constitucional en 1930, y todos los acontecimientos posteriores que desembocaron en que, tozudamente el pueblo volviera a ser forjador de sus propias herramientas.

Lo demás es tan reciente que ni siquiera es Historia aún, solo crónica de hechos recientes, a los que el tiempo dará la suficiente profundidad para el análisis.

El hecho es que estamos nuevamente en tiempos de forja. Los intereses de los poderes fácticos siguen siendo los mismos, por mas que se revistan de otros lenguajes y otros sean sus ejecutores y pregoneros.

Personajes mínimos que como perros del matadero pelean por las achuras, mientras los matarifes se llevan las medias reses, como decía Jauretche, pululan en todos los ámbitos políticos, mientras el pueblo, sufridamente soporta el calor de las fraguas, el ruido de los martillos, y en esa media luz, está forjando su destino nuevamente.

Y, claro, ese taller de forja, lleno de ruido, del calor abrasador de los hornos, de esos cuerpos sudorosos aparenta caótico para los "bienpensantes" y los asusta. ¡Como no los va a asustar! Si subconcientemente saben que la creación de ese taller de forja muy posiblemente sea una locomotora que se los lleve por delante inexorablemente.

Dicen que "los pueblos nunca se equivocan" y personalmente no creo que sea tan así. Los pueblos los constituímos individuos, que a nivel personal cometemos errores y equivocaciones. Podemos ser inducidos a equivocarnos, pero así como en lo personal tenemos la capacidad de rectificar nuestros errores, también vale en lo colectivo.

Como el mitológico personaje de Sísifo, volveremos a llevar la piedra cuesta arriba.

Se pueden engañar las mentes, pero no los estómagos.  Los estómagos vacíos hacen razonar mas que los discursos.


Antonio (el Mayolero)

1 comentario:

Nando Bonatto dijo...

A la busqueda de buenos herreros entonces y...correr los perros

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