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Y esto es independiente de la buena o mala calidad de administración, ni siquiera de su ética de lealtad. No puede ser confundido lo que son virtudes personales o cualidades de la gobernancia con el compromiso de un proyecto singular y transformador, como es el kirchnerismo. Su matriz de pensamiento no se inscribe ni con la historia política, ni con la disposición a la renovación de la realidad de una propuesta política que viene provocando a la sociedad argentina desde 2003. Más adecuado al status quo, más afín a la poliarquía de un corporativismo mundial, que incluye como otro gran negocio: la noticia o el espectáculo. Daniel Scioli se alinea más en ese mundo que en un proyecto, a veces contrahegemónico. Se equivocan quienes creen que Scioli no es leal por una foto, porque el problema no es ese. El problema es una composición conceptual que el kirchnerismo como vanguardia del peronismo tiene y que él no tiene, ni tuvo nunca.
Acá el resto.
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