martes, 14 de febrero de 2012

Un Centenario para tener muy presente.

Una ley fundamental       

Por Pacho O´Donnell   
Roque Saenz Peña
El fraude electoral, que garantizaba la continuidad del orden oligárquico, liberal y conservador que dominó la Argentina desde Pavón hasta 1916, se ejercía a través de distintos mecanismos: el terror de la oposición, que era golpeada si se arrimaba a los lugares de votación; padrones que excluían a vivos e incorporaban muertos o vecinos de otras circunscripciones; el voto cantado; la presión de patrones sobre sus peones, a quienes llevaban a votar con la boleta en la mano; el “vuelco” de urnas para poner y sacar boletas; la compra de votos, con el pago una vez confirmado el voto “correcto”.
De esto daría cuenta Domingo Sarmiento en carta a su amigo Oro: “Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición”.
Roque Sáenz Peña pertenecía al sector más progresista del conservadurismo, que había manejado las riendas del país a lo largo de varias décadas a través del Partido Autonomista Nacional (PAN), que albergaba entre sus miembros a Julio A. Roca, Carlos Pellegrini y otros “dueños del país”. Había tenido una destacada actuación en distintos cargos públicos, ministro de Relaciones Exteriores, presidente del Banco Nacional y otros, también diplomáticos, como el de representante ante la Conferencia Panamericana de Washington (1879), en la que se opuso al expansionismo norteamericano replicando a la frase del presidente Monroe, “América para los americanos” con “América para la humanidad”.
Cumplía una misión en Italia cuando le llegó la noticia de que su nombre se imponía para candidato a presidente de la Nación por el partido Unión Nacional, opositor a Roca, con el aval del presidente Figueroa Alcorta. Sáenz Peña fue electo con las mismas prácticas viciadas de fraude y corrupción, pero se propuso terminar con éstas para dar participación en los asuntos públicos a los partidos que representaban los intereses de los sectores medios y populares moderados, la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista.
A su regreso al país, sostuvo una reunión con Hipólito Yrigoyen, en la que convinieron que el radicalismo depondría su abstencionismo y sus golpes violentos, a cambio del proyecto de elecciones transparentes.
A los conservadores “modernistas” que rodeaban a Roque no les había pasado desapercibida la sindicalización de los trabajadores con el predominio del anarquismo y los atentados violentos, las huelgas, la imposición del estado de sitio y la Ley de Residencia como forma de controlar los desmanes, el informe Bialet Massé sobre las precarias condiciones de vida de la inmensa mayoria de la población que desmentía aquello de la “Argentina rica”.
El proceso legislativo de la ley del voto secreto, universal y obligatorio no fue simple. En primera instancia, el 27 de julio de 1911 se sancionó la Ley 8130, por la que se estableció que habría un padrón electoral único, confeccionado sobre los registros militares del servicio militar obligatorio. El 11 de agosto fue el turno de la Ley 8131, que encargó a la Justicia y al Ejército el control del empadronamiento y del correcto funcionamiento de los comicios.
La Ley 8871 fue enviada con la bendición de Roque, “Quiera el pueblo votar”, y su paso por las Cámaras, como era de prever, no fue fácil: los beneficiarios del sistema tradicional buscaron demorarla o encajonarla. Pero fue promulgada el 10 de febrero de 1912.
Queda para la discusión si Sáenz Peña quiso una reforma gatopardista que permitiera la continuidad de los sectores del poder tradicional pero modernizados, o si previó, ésta es mi opinión, una reforma tan profunda que terminaría con el orden oligárquico y daría paso a la participación en la “res pública” de amplios sectores de la población hasta entonces postergados.
También da que pensar por qué los “dueños del país” no tuvieron una alternativa electoralista, un partido democrático que los representara. Todo indica que dieron por sentado que la nueva ley no les impediría continuar manejando los comicios a su antojo. La ley funcionó y tuvieron que esperar hasta 1930 para recuperar el poder con la prepotencia de las armas.
*Presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.


Tomado de por ahí por Antonio (el mayolero)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que interesante !!!!! pacho siempre esta colgado del teta del poder.Empezo con el alfonso, siguio con el carlos, sigue ahora. que itelectual del carajo!!!!!! Busquen lo que opinaba en la epoca del carlos.

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