La lluvia sabe cuando caer.
Dejo cuento de Gustavo Sala, escritor y pensador local:
¡Qué puta suerte hermano!
El censista se quedó inmóvil ante la palidez de su planilla.
Se había levantado al alba. La noche anterior sólo pudo dormir de a ratos; estaba algo nervioso, impaciente. Visitar a ese hombre y meterse por decreto en su intimidad resultaba una experiencia que imaginaba lo marcaría de por vida.
De alguna manera estaba edificando, gracias al azar, una historia que soñaba describir, con lujos de detalles, ante cada auditorio disponible, ante cada curioso e intrigante incrédulo, ante cada nieto que lo asociaría inmediatamente con esa foto que de modo indefectible decoraría las márgenes del futuro texto escolar.
Pensó cagarse buenamente en el orden que le indicaba la cuadricula y visitarlo fuera de traza; no podía hacerlo esperar. – Mis amigos pueden soportar alguna desprolijidad de mi parte que supongo nadie me va a reprochar ante la posibilidad de compartir unos amargos matinales con Néstor y Cristina.
A cien metros de la casa observó demasiado movimiento; gente que apurada iba y venía, celular en mano, portando adusta gestualidad.
No quiso entrometerse; - paso por la tarde se dijo… A regañadientes tuvo la obligación de respetar su organigrama. Un capuchino crepuscular tiene tanta relevancia como compartir un amanecer; lo que importa es la compañía…
Subió la cuesta que le marcaba el croquis de referencia sin prestar atención que el sonido de una sirena se alejaba de la villa. Al percibirla pensó en aquel zócalo de TN que afirmaba “El Censo del Miedo “... ¡ese Mactas es un pelotudo con toda la rosca…!
Tocó timbre en el primer emplazamiento que su orden de trabajo le indicaba. Doña Nilda, llorando, le ruega que no demore su ingreso…
- Si soy inoportuno vengo en otro momento
- No Gabriel, pasá. Veo que no estás al tanto
- ¿Al tanto de qué?
- Acaban de llevarse a Lupín al hospital
- Entonces la sirena que escuché recién….. Otra vez… Pero no sienta cabeza este hombre… Espero que después de esta se deje de joder un poco… Nos tiene de susto en susto...
- No sé Gabriel. Mi hija me adelantó que se desvaneció en brazos de Cris y que estuvieron un largo rato para reanimarlo. Ya sabés... Inesita colabora en la casa cuando ellos no están en Calafate.
En continuidad la radio local no dejaba lugar a dudas. Había muerto Lupín. El tipo de complicadas facciones, que solía caminar por la barranca junto a su esposa para despejarse de tanto idiota útil, abandonaba definitivamente el glaciar. El mejor de nosotros había decidido partir…
Terminado el trámite se retiró de la casa de Nilda tan desconsolado como perturbado. Se sentó en el cordón de la vereda que él mismo ayudó a construir seis años atrás... Lloró por Néstor, por Cris, por los chicos, por todos… Se tomó diez minutos para meditar si continuaba con la tarea. Desestimó de inmediato abandonarla... no era cosa de darle la razón a Magnetto.
¿Quién dijo que la política y la emotividad no puede recorrer los mismos senderos? La muerte de Néstor daba por tierra con el pragmatismo. El flaco lo había derrotado definitivamente con sus incorrecciones, colocando en problemas existenciales a los siempre dispuestos refutadotes de leyendas.
Se nos fue para quedarse…Afirmación extraña si las hay.
De todos modos estimo que por un buen tiempo nadie se atreverá a discutir sus obras, intenciones y paradigmas.
Pensó en el pueblo argentino y cómo será su respuesta… Dios dirá se dijo…
Supongo que Raúl lo estará recibiendo con un enorme y sentido abrazo. Sospecho que conversar sobre la desmesurada belleza de Cristina y sobre los caranchos comunes que supieron enfrentar era un buen motivo para mitigar el incipiente olvido que estaba pronto a transitar.
- ¡Qué puta suerte hermano!... ¿lo escuchaste a Feinnman? Me hubiera gustado que alguien dijera eso cuando me tocó.
- No le creas Raúl… José Pablo es un amigo.
- ¿Te quedó algo pendiente?
- Censarme... Supongo que Lanata, Magdalena y la oposición algo dirán al respecto.
1 comentario:
Recién junté fuerzas para leer el cuento.
Abrazo, cumpa.
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