El dueño de la calesita es un hijo de puta, como tantos, le da la sortija sólo a los nenes rubios de familias bien o a aquellos nenes que le hagan caso en "todo" lo que él les pide.
Pero un día vino un pibe de barrio, desconocido, con mirada firme, que sacó su entrada como todos y se subió al redondel móvil.
Y en la primera pasada le arrebató le sortija ante los perplejos ojos del dueño del carrusel, y así, cada vez que se estaba terminando la vuelta, volvía a agarrar la sortija para seguir firme en su lugar disfrutando de la tarde.
Ahí fue cuando el dueño se avivó y le pidió que se cambie de lugar, a ver si con eso impedía que se quedase con el anillo.
Lo mandó al caballito de la inseguridad, nada; luego lo pasó al carro de "la caja", nada; más tarde pasó por el globo de la inflación, nada tampoco; le pidió que se moviese al avión de la corrupción, menos aún, lo puso en el autito de la libertad de prensa, tampoco; en el helicóptero de la pobreza, nada; y de nuevo probó con el carrito de la inseguridad pero ni meya, y así sigue, porque el pibe sigue agarrando la sortija lo más pancho, aunque a veces se le complica, pero sigue.
3 comentarios:
Y mientras sigue agarrando la sortija a pesar de todo , la calesita empieza a girar un poquito mas rápido y con mayor tamaño para que mas chicos puedan subirse arriba a divertirse todos juntos
Que grande compañero
Un abrazo
Buenísimo Javier, es así, cada vez son más los pibes que juegan en ella.
Muy bueno Manuel, por qué será que les cuesta tanto desprenderse de algo de lo que acapararon?
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