La vaca sabe por vaca pero más sabe por vieja

La disminución de un 10% (del 15% al 5%) de las retenciones a la exportación de la carne procesada que anunció Nuestra Conductora, tiene implicancias más allá del aumento de ganancias en la industrialización de la carne, con la obligación del aumento, también, de la fuerza obrera en ella, y de sus salarios.

La carne enlatada, como bien explicó Cristina, se produce con carne de vaca vieja, de la vaca que ya no produce terneros, de vaca de descarte. Y la vaca vieja es importante porque es la puerta de ingreso a la producción ganadera de los pequeños productores, pues como sabemos, la inédita recuperación del precio de la nerca, dificulta el ingreso al negocio de los que disponen de poca infraestructura o bajo capital. Como bien explicó Cristina, lo que vale, cuesta. A pesar, de que como ya contamos, todavía nos encontremos con ganaderos  comprando carne en una carnicería, quejándose de lo cara que está. Chiste doble y bizzarro.

Como decíamos, la vaca vieja es un negocio atractivo porque además es a corto plazo y porque los consignatarios (los intermediarios de la compraventa) tienen menos margen para reducirle el precio al productor, si lo comparamos con lo producido en engorde. Y otra más, las vacas viejas son las menos atractivas para los amigos de lo ajeno, que los hay y los habrá siempre. A eso sumelé una reducción del 10% del impuesto a la exportación, que redundará sin dudas en el kilo vivo; una mejora en toda la cadena productiva, y además la participación necesaria de los trabajadores en el contralor de las condiciones establecidas. Una política que direcciona a todos los actores de este asunto a ser parte del proyecto nacional, como lo es ella, algo que se encargó de recalcar.