03.06.2013 : AYER FUE COLOCADA LA PRIMERA DE 22 BALDOSAS QUE NOS RECORDARÁN DE UNA U OTRA MANERA A LOS DESAPARECIDOS TRESARROYENSES. SUS HIJOS DIEGO Y JOSEFINA PARTICIPARON DEL SENCILLO Y EMOTIVO ACTO. UN HECHO MÁS PARA SEGUIR HACIENDO MEMORIA
Me quedo con una imagen, la de un hombre, Diego, hoy de 39 años, muy parecido a su padre, y la de Josefina, hoy, dicen los que la conocieron, muy parecida a su madre, conmovidos hasta las lágrimas por el recuerdo difuso y casi inexistente de sus padres que les anuda el corazón por la ausencia inexplicable.
Me quedo con la imagen de sus hijos, con globos de colores en la mano, que ataron en un parante junto a la baldosa que desde ayer nos recuerda que desde ese lugar a la rastra y de noche fueron arrancados Carlos Rivada y Beatriz Loperena con un hijo en su vientre.
Me quedo con la imagen del puñadito de alumnos de la Escuela 48, que acompañados por su directora, María Golato, y por el profesor de música, Sebastián Ramírez, cantaban los versos de Vicentico, nunca mejor elegidos: "No me pidas olvidar, no me pidas desarmar,/desde niño aprendí que patria es memoria y sueño bajo la piel./
Mira mis manos, llenas de hermanos./ Que tu sangre cante en el viento como bandera de libertad,/ que tu sangre cante en el viento como bandera de libertad./ Volveremos a soñar, nosotros somos parte de un sueño./ Volveremos a cantar sobrevivientes de tanto infierno./ Todo un pueblo cantará, todo un pueblo soñará, la sonrisa de los que sueñan hará un camino hasta la verdad.(...)"
Ayer por la mañana, el sol y los vecinos tresarroyenses se reunieron para acompañar a Diego y Josefina Rivada, a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Filial Tres Arroyos, a la Red por la Identidad local, familiares y vecinos, en calle 9 de Julio 30, para "marcar los pasos" de Carlos Alberto Rivada, María Beatriz Loperena y el bebé de ambos, colocando una baldosa en su memoria.
Cabe recordar que Rivada y Loperena "fueron secuestrados en la madrugada del 3 de febrero de 1977, junto a sus hijos, de 3 y 4 años de edad en ese momento, a quienes dejaron en el Hospital Pirovano. El tenía 27 años, era ingeniero y un destacado deportista en el fútbol y el básquetbol del Club Huracán de Tres Arroyos. La noche anterior a su secuestro integró el equipo del Globo. Su esposa, María Beatriz Loperena estaba embarazada. Incansables fueron las gestiones de sus familiares para dar con ambos, las que fueron infructuosas para recuperarlos con vida", señalaba Graciana Foulkes.
"Es muy significativo ya que en este lugar estaba la casa donde fueron secuestrados. Se trata de los únicos desaparecidos en Tres Arroyos, dado que los restantes desaparecidos fueron secuestrados en otras ciudades", decía visiblemente emocionada la integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Filial Tres Arroyos.
"Se lo digo como padre"
El doctor Guillermo Torremare leyó una carta que enviara Carlos Rivada al Almirante Massera en la que decía que: "Le digo a usted que como padre de familia se haga cargo de esta situación (...) Todo es preferible a esta angustia, si sus cuerpos están en algún lugar, queremos saber dónde, cuándo y por qué (...) Esta incertidumbre mata a los padres y a la familia y ya no sabemos si estamos viviendo o muriendo lentamente".
Seguidamente, Torremare destacó que "han transcurrido más de 30 años y recién hace poco tiempo se abrió la causa para enjuiciar a los responsables de este secuestro, desaparición y muerte. Hace algunos meses la justicia bahiense comenzó a enjuiciar a los responsables de la Armada Argentina".
"Esta baldosa es para vencer al olvido y así ejercitamos el derecho a la memoria", concluyó Torremare.
Por su parte, el ingeniero Héctor Goizueta recordó las características humanas de Carlos Rivada, a quien tuvo de alumno en el Colegio Industrial y con quien compartiera tareas profesionales.
Finalmente, Graciana Foulkes, en un clima de profunda emoción y respeto, agradeció la labor del artista Perico Medina, quien realizó la baldosa, y del albañil que la colocó en ese lugar, José Gallo. Por último, anunció que se hará lo mismo para recordar a los otros 21 tresarroyenses desaparecidos, por lo que pidió el "compromiso y la colaboración de todos".
Imágenes rescatadas
Me quedo con la imagen de Diego abrazado a su esposa, llorando en sus brazos. Pienso, por eso tal vez se dedica a enseñar fútbol a los chicos en la ciudad de La Madrid, tal vez porque se imagina haciendo un "picadito" con su padre, el que hoy el puede disfrutar con sus hijos. Dijo en una entrevista a El Lamadritense: "Siempre he sentido su presencia, no necesito hacer nada específico para sentirlos cerca. Lo que si me pasa es que muchas cosas de las que terminan pasando me hacen encontrar una lógica (...) Pero la presencia siempre está, inclusive, sin necesidad de indagar mucho acerca de eso. Es una presencia muy fuerte".
Me quedo con la imagen de Josefina y sus pequeños hijos, que llevaban globos de colores en las manos para honrar a sus abuelos maternos. Ahora, cada vez que pasen por esa cuadra, paseando, camino al jardín de infantes, seguramente sentirán que tienen un lugar para recordar. De eso se trata, de recordar para no olvidar, de recordar para no repetir.
Me quedo con la imagen de esos hijos a los que les arrebataron la infancia, a un hermano o hermana que no saben ni siquiera si llegó a nacer, pero ahí estaban, con sus propios hijos aferrados a sus manos, apostando a la vida, apostando a la esperanza, apostando al futuro. Ahora Carlos y Beatriz tienen una baldosa, un pequeño mármol que nos recuerda a todos y cada uno de los tresarroyenses que ahí vivieron, ahí estaban criando a sus hijos y de ahí se los llevaron en medio de la oscura noche de la dictadura.
3 comentarios:
Un abrazo grande a esa gente Antonio.
No puedo dejar de relacionar la historia con los acontecido en Cnel Dorrego y la placa en honor a la familia Aiub. La comarca, poco a poco, se va identificando con su historia.
Lo compartió en facebook mi amiga Monica Morcillo, yo tambien lo compartí,e igualmente lo reproduzco acá.
Perico Medina
TODOS SUPIMOS
Todos supimos que esa madrugada se habían llevado al pibe de Rivada y a su esposa, todos supimos que sus dos pequeños hijos habían aparecido en el hospital, los habían dejado unos señores muy malos a los que no se les hacían preguntas. Sabíamos que habían partido con rumbo a Bahía Blanca.
Todos sabíamos quienes eran.
No dijimos nada.
Luego supimos por que. Por nada, porque tal vez sus nombres aparecían en una agenda inadecuada. Había que cuidarse, con quien hablás, a quién conocés; podían lavarte el cerebro, o simplemente anotar tu dirección en su agenda, y eso era suficiente para que desaparecieras.
Como los Rivada.
Muchos años después. Cuando los dinosaurios ya habían desaparecido. Íbamos a comprar zapatillas a lo de Rivada, Y aquella señora nos atendía con su modo amoroso y tierno, y con esa profunda tristeza en el fondo de sus ojos. Sabíamos todo lo que había pasado, queríamos decirle algo.
Pero no dijimos nada.
No se podía.
Hoy descubrimos una baldosa en memoria de Carlos Alberto Rivada, María Beatriz Loperena y su hij@ por nacer.
Hoy comenzamos a derrotar al silencio.
Gracias a la familia Rivada por haber tenido durante todos estos años la sabiduría y serenidad necesaria para disimular nuestra cobardía
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