Por Pedro
Pesatti - Profesor en Letras - Legislador del Frente para la Victoria
Rebanadas de
Realidad - Río Negro, 16/10/11.-
Fue
un texto desaparecido por décadas. Ella lo escribió durante los últimos meses
de su vida y apenas unos párrafos se conocieron poco después de su muerte
cuando éstos se leyeron en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1952. El 20 de
septiembre de 1987 el diario La Nación, en la sección de avisos clasificados,
daba cuenta que estaba a la venta el original del libro "Mi mensaje"
de Eva Perón y que en corta fecha sería subastado. Fermín Chávez, contratado
para verificar la autenticidad del texto, sólo cobró para ese fin el equivalente
a un juego de fotocopias de las setenta y tantas páginas mecanografiadas para
editar el libro, llamativamente silenciado hasta 1994, cuando al fin se publica
por primera vez.
En
"Mi mensaje" Evita recorta y califica claramente los sectores que
años más tarde terminarían con el gobierno de Perón y cuyas acciones ella ya
había advertido en la intentona de golpe de estado del ´51. No ahorra epítetos
para la jerarquía de la Iglesia Católica, eje clave de la Revolución
Libertadora del `55: "Yo no he visto sino por excepción entre los altos
dignatarios del clero generosidad y amor... como se merecía de ellos la
doctrina de Cristo que inspiró la doctrina de Perón. En ellos simplemente he
visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegio. Yo
los acuso desde mi indignidad, no para el mal sino para el bien. No les
reprocho haberlo combatido sordamente a Perón desde sus conciliábulos con la
oligarquía. No les reprocho haber sido ingratos con Perón, que les dio de su
corazón cristiano lo mejor de su buena voluntad y de su fe. Les reprocho haber
abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y
haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía. Les
reprocho haber traicionado a Cristo que tuvo misericordia de las turbas. Les
reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho todo lo posible por ocultar el
nombre y la figura de Cristo tras la cortina de humo con que lo inciensan. Yo
soy y me siento cristiana. Soy católica, pero no comprendo que la religión de
Cristo sea compatible con la oligarquía y el privilegio".
Respecto
a las Fuerzas Armadas Evita anticipa la traición de la que será objeto Perón y
hace un llamamiento a confiar sólo en los trabajadores como principal sustento
del programa peronista: "Somos más fuertes que todas las fuerzas armadas
de todas las naciones juntas. Si nosotros no queremos que la fuerza bruta de
las armas nos domine, no podrá dominarnos. ¡Con las armas pueden matarnos, pero
morir de hambre es más dolor y nosotros sabemos lo que es morir por hambre! No
podrán matarnos. Los soldados son hijos nuestros y no se atreverán a tirar
sobre sus madres aunque los manden miles y miles de oficiales entregados y
vendidos a la oligarquía. Podrán vencernos un día, en la noche o de sorpresa,
pero si al día siguiente nos largamos a la calle, o nos negamos a trabajar, o
saboteamos todo cuanto ellos quieran mandar; tendrán que resignarse a devolvernos
la libertad y la justicia".
Al
recordarse un nuevo aniversario del 17 de octubre de 1945, traer en estas líneas
la voz de Evita, la voz de un texto suyo que estuvo silenciado y desaparecido
por más de treinta años, es tal vez el mejor homenaje a una mujer que sintetizó
las aspiraciones del pueblo y construyó una vida política sin ambigüedades, sin
dobles intenciones. "Enemigos del pueblo son también los ambiciosos.
Muchas veces los he visto llegar hasta Perón, primero como amigos mansos y
leales, y yo misma me engañé con ellos, que proclamaban una lealtad que después
tuve que desmentir. Los ambiciosos son fríos como culebras pero saben disimular
demasiado bien. Son enemigos del pueblo porque ellos no servirán jamás sino a
sus intereses personales. Yo los he perseguido en el movimiento peronista y los
seguiré persiguiendo implacablemente en defensa del pueblo. Son los caudillos.
Tienen el alma cerrada a todo lo que no sean ellos. No trabajan para una
doctrina ni les interesa el ideal. La doctrina y el ideal son ellos. La hora de
los pueblos no llegará con ningún caudillo porque los caudillos mueren y los
pueblos son eternos".
La
mirada de Evita y pensamiento apasionado tendrán vigencia siempre pues ella
supo comprender como nadie que la revolución en paz que puso en marcha Perón en
la Plaza de Mayo no es patrimonio de nadie sino de todo el pueblo argentino. Y
que la lealtad peronista, aunque huelgue decirlo, nada tiene que ver con la
lealtad que demandan los caudillos o los mafiosos sino que es la traducción
directa del compromiso que todo peronista debe cumplir con las ideas que
justifican la razón de ser de nuestro movimiento.
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