Bicentenario y bisagra

Toda acción es política, y esta celebración ni hablar. ¿No da la sensación de ser una bisagra? ¿Un antes y un después?

Ver flamear la bandera de Bolivia en el Escenario principal o ver actuar a Pablo Milanés, Liliana Herrero o Teresa Parodi, el stand de Madres y Abuelas, sería impensado si cualquier candidato de la oposición hoy fuera gobierno (Pino?). Tal vez sí veríamos sponsors y las banderas de las naciones amigas europeas. Entonces los festejos tienen una carga simbólica evidente que es además aceptada por lo miles que los siguen ahí mismito o desde la tele como uno.

Sabemos: en cambio de paradigma es imposible permanecer prescindente, no estar con uno ni con otro. Así lo entendió la izquierda dura aliándose a la SRA y así también lo entendió el progresismo pinosolanista.

Hoy quedó bien en claro. Una multitud -como en las noches anteriores- embanderada como en ningún otro día y con claras consignas políticas en al calle. El pueblo. Una minoría disfrutando cortesmente la velada en el Colón. Las dos Argentinas. La de los muchos. La de los pocos. La expresión de Latinoamérica afuera, la europea adentro.

Desde la pasión que provocan estas jornadas ¿Es ingenuo pensar que la mayoría de los millones que pasan por los recitales y los paseos hoy se sienten seguros y felices de ser argentinos y que además entienden que esto es posible gracias a nuestro proyecto nacional?

La minoría se abroquela como para fortalecerse y no pretende ceder. Aquel que a medias aguas la admira desde su lugar de clase trabajadora, cuando ve en la pantalla dividida al Chaqueño Palavecino y al Lago de los Cisnes ¿Sigue manteniendo la misma identificación?

Los festejos del Bicentenario son una acción política sin precedentes, que dará sus frutos en indecisos y hará dudar en decididos. Hoy también vimos un país real y otro virtual. Un pueblo anónimo excultante y una minoría con nombre propio en silencio y que no se puede resignificar.

Al pueblo no puede interesarle la reinauguración del Colón, no tiene por qué ni necesita apropiárselo. Le es ajeno. Lo único que tiene el teatro como propio del pueblo son sus trabajadores. Todo lo demás es una farsa, una más de ese país de papel de diarios y pantallas de TV.

Ah, me pregunto ¿el Pepe se olvidó de tomar la pastillita hoy?