viernes, 30 de noviembre de 2012

¿Y si lo pensamos un poco?

(Tomado de "Estructura Desequilibrada")


 Fue en el año 2020 que la mayoría de la gente comenzó a “entender” realmente lo que es el dinero. En ese momento, muchos se preguntaron cómo no se habían dado cuenta antes. La mayoría coincide en que el cambio comenzó con el colapso final de la zona euro en el 2018, un evento que se veía venir desde hace tiempo. La sorpresa fue que la ruptura con la Unión Europea arrancó en Italia, y no en Grecia como todos esperaban. Resultó ser la sangre caliente italiana la que primero se hartó de un ajuste tras otro, situación que obviamente en algún momento se iba a tornar insostenible. Ante estas circunstancias, el 12 de septiembre de 2018 el presidente (del Partido Republicano Italiano) renunció a su cargo, y en su lugar asumió el Partido Democrático. Al día siguiente se anunció la ruptura con el euro y la restauración de la lira (el peso italiano), aumentos de salarios y de jubilaciones, al mismo tiempo que se volvía a fijar la edad de retiro en los 65 años. Los pronósticos de una hiper-inflación que realizaron los economistas ortodoxos ante estas medidas, nunca ocurrieron. Por el contrario, la gente volvió a trabajar recogiendo los escombros que se habían acumulado durante meses, reconstruyendo los edificios quemados y reparando calles y edificios que no habían sido mantenidos en los últimos años. Lo que desconcertó a todos, fue la decisión del ministro de economía sobre cómo realizar la transición del euro hacia la lira. ¿Para qué tomarse la molestia y el gasto de volver a imprimir liras? Hacía un tiempo ya que los teléfonos celulares tenían la capacidad de realizar transacciones financieras de manera electrónica. Entonces, lo que hizo el ministro fue eliminar todo el dinero material y lo reemplazó con dinero digital. Para esto se le dio a cada ciudadano la Tarjeta Lira Digital (TLD) que podía ser cargada con liras en cualquier cajero, y luego cuando uno hacía una compra éstas eran debitadas a través de un programa en los teléfonos celulares. Al poco tiempo, los nuevos trabajadores contratados por el gobierno para reconstruir el país estaban cobrando sus sueldos en los cajeros con sus TLDs y luego comprando vino, pan, pizza, aceite de oliva y muchos otros productos más en los supermercados y negocios. Los restaurantes volvieron a abrir sus puertas, e incluso el Teatro dell’Opera (que había cancelado la temporada 2017 por la falta de venta de entradas) volvió a brindar grandes espectáculos. ¡Y todo esto se hacía solamente con una tarjeta! Lo mejor de todo fue que en pocos meses el país se recuperó y la crisis ya era cuestión del pasado. Después de todo, Italia no estaba en bancarrota como decían; simplemente se había quedado sin euros. Lo que realmente llamó la atención de todos fueron las TLDs. Había algo acerca de cómo utilizar el dinero electrónico que comenzó a cambiar la forma de concebir al dinero mismo. No era porque fuera algo novedoso (hacía décadas que la mayoría de las transacciones financieras se realizaban de esta forma), sino más bien el hecho de que ya no existiera ni un solo billete, que el dinero en efectivo hubiera desaparecido completamente de la faz de la tierra. La lira ahora solo existía de manera digital, eran números en una pantalla. Ya no se podían tener billetes, ni contarlos para saber cuánta plata tenía uno, o guardarlos en una caja de seguridad. Tampoco se podían caer del bolsillo o ser robados. De a poco comenzó a desaparecer esa idea de que el dinero era un objeto material, y por lo tanto su asociación con una cantidad finita. Aún más raro era que ahora todo el mundo comprendía de donde salían las liras digitales. Éstas eran creadas por el gobierno, con solo apretar un par de teclas en las computadoras del Banco Central. No había ningún costo en producirlas, ni nada por el estilo. Y no se agotaban. Los bancos continuaron haciendo préstamos como antes, pero otra sorpresa apareció acá también: el programa utilizado en los teléfonos celulares para manejar las cuentas bancarias mostraba claramente que cuando se otorgaba un préstamo, el banco NO estaba incrementando la base monetaria (creencia que se sostuvo por cientos de años). Cuando un panadero pedía prestadas 100 liras para comprar harina, en el haber de su programa mágicamente aparecían 100 liras, pero al mismo tiempo en el debe se mostraban -100 por la deuda contraída con el banco. Así, el neto se mantenía sin cambios. Es decir, ¡el banco no había creado ninguna lira en absoluto! Esto reforzó la idea de que las únicas liras creadas eran las que el gobierno decidía a través de las computadoras en el Banco Central. No había otra forma. Y mientras esta idea cobraba cada vez más fuerza, la gente también se percató de que la única forma que tenía el gobierno de introducir nuevas liras digitales en la economía era comprando bienes. Y entonces el gobierno empezó a hacer eso. Para el asombro de todos, durante el 2019 el gobierno realizó licitaciones con empresas privadas por más de 60 billones de liras para reconstruir y reparar la infraestructura del país. Además se incrementó notablemente el gasto en educación pública: se crearon nuevas escuelas y universidades, se aumentaron los sueldos y la capacitación a los docentes y así la educación pasó a ser prioridad nacional. Esto se tradujo en una rápida caída de la desocupación ya que eran muchas las obras que había que hacer: la tasa de desempleo, que se ubicaba en torno al 40%, cayó a menos del 10% en 2020. La caída del desempleo hizo que las discusiones de política económica pasaran a centrarse en la estructura impositiva. Lo más interesante fue que la introducción de la lira digital hizo que se dieran cuenta de que el fin principal de los impuestos no era recaudar dinero para financiar los gastos del gobierno. Había quedado perfectamente claro que el gobierno podía gastar todo lo que quisiera simplemente creando más dinero con las computadoras del Banco Central; para eso no era necesario primero tener que recaudar a través de los impuestos. Por el contrario, la razón principal por la que son precisos los impuestos es para retirar dinero de la economía, y así evitar presiones inflacionarias en el mercado. Si bien todavía no habían aparecido señales de aumentos en los precios, parecía inevitable que esto sucediera en el corto-mediano plazo dado que la economía avanzaba velozmente hacia el pleno empleo. Así, el gobierno se dio cuenta del efecto que tenía la aplicación de impuestos: retirar liras de la economía que previamente el mismo gobierno había creado, y así controlar la cantidad total de dinero para que no se desataran presiones alcistas sobre los precios. El siguiente punto de discusión fue acerca de la otra función que tiene la aplicación de impuestos y el gasto público: la redistribución de la riqueza y los ingresos. De este modo, se sostuvo la idea de que se debía seguir utilizando este recurso como herramienta de redistribución (a través del seguro de desempleo, impuesto a las ganancias, gasto social, etc.) pero se dieron cuenta de que como ya no era un objetivo el tener que recaudar para poder gastar, se eliminaron los impuestos que afectaban a toda la población de forma regresiva, como el IVA por ejemplo. Hubo, sin embargo, un grupo de personas en particular que no estaba contenta con todo esto: los corruptos. Como ahora todo el dinero era digital, al poco tiempo se creó un programa que podía rastrear cada lira que había creado el gobierno y ubicarla en todo momento, sabiendo quién la tenía. De este modo, resultaba extremadamente difícil lavar dinero, no declarar los ingresos o quedarse con una tajada de una licitación pública, por ejemplo. Rápidamente estas actividades delictivas se redujeron de forma drástica. El resto del mundo estaba observando lo que sucedía en Italia, y con mucho interés por supuesto. Los economistas ortodoxos estaban teniendo serios problemas para explicar la “Primavera Italiana”: no podían entender cómo es que el supuesto déficit fiscal que se estaba acumulando en las finanzas públicas de este país en realidad no era una deuda que tenía que ser pagada en el futuro. Sin embargo su confusión comenzó a disiparse cuando el sector financiero (esos mercenarios que hicieron que la Unión Europea se rindiera a sus pies durante todos esos años que duró la crisis de deuda, haciendo subir las tasas de financiamiento de los países deudores y al mismo tiempo negándose a la más mínima quita de intereses), viendo el impresionante crecimiento que había logrado Italia en tan poco tiempo, quiso volver a comprar bonos públicos de este país. Entonces el ministro de economía dijo: “¿Bonos? No tenemos más bonos para vender. ¿Para que querríamos vender bonos? Ya no necesitamos financiarnos a través de préstamos” A lo que los mercenarios respondieron: “¡Pero nosotros queremos comprarles bonos! Necesitamos un lugar donde colocar las cantidades monstruosas de dinero que tenemos y que nos den intereses. ¡Necesitamos que ustedes emitan bonos así nosotros se los compramos!”. Y el ministro replicó: “Si ustedes quieren invertir su dinero en Italia, pueden poner una fábrica, traer una nueva tecnología que convierta la luz solar en energía eléctrica o financiar un nuevo teatro…pero no vengan con la idea de comprar bonos. Ya no estamos más en el negocio de guardarles la plata con la que no saben qué hacer y encima pagarles un interés por ello”. Corría el año 2020, y el mundo entero recién entonces comenzaba a entender cómo funcionaba el dinero.

1 comentario:

Nos Disparan desde el Campanario dijo...

¿Y por qué no? Tarde o temprano, más allá de algunas derrotas, la sociedad capitalista se dará cuenta qué es lo que debe hacer para su propia subsistencia.

Metáfora extrema: Hasta el caníbal se da cuenta que para sobrevivir necesita de otros humanos, claro eso no quita que abandone su antropofagia.

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