sábado, 17 de noviembre de 2012

En el día del militante, la verdad sobre el famoso 80% de Hitler (?)

Y se subestima el valor de las elecciones con frases como “a Hitler lo votó el 80 por ciento de los alemanes”, un latiguillo que ha sido muy repetido por invitados a programas periodísticos o por algunos caceroleros. Esta cadena de sentidos que se trata de instalar desde los medios hegemónicos es básicamente antidemocrática, porque el principal sustento de una democracia, aunque no el único, es el gobierno de la mayoría.

La verdad que la crítica a la comparación de semejante latiguillo, no basta, porque además, este latiguillo es una enorme falacia que estaría bueno que alguno comience a cuestionar cuando los opinadores seriales públicos lo usan. A saber, y apelando a la masificada wikipedia y un par de sitios más, desasnemos cuán de parecido tienen nuestra democracia con aquella de mediados de los '30 en Alemania:

[...] Aunque gracias a su fallido golpe Hitler llegó a tener cierta prominencia nacional, el puntal de su partido siguió siendo Múnich y en los meses siguientes el apoyo popular empezó a mermar. En las elecciones parlamentarias de diciembre, los nazis, que participaron bajo el nombre de "Movimiento Nacionalsocialista de Libertad", perdieron la mitad de sus votantes; en contraste, los socialdemócratas estaban recuperando los votos perdidos. Los nazis continuarían en decadencia hasta 1929, mientras tanto, Hitler tuvo que seguir organizando el partido y luchando por mantener el liderazgo del mismo
[...] Sin embargo, Brüning era un demócrata, y procedió a llamar a nuevas elecciones, con la esperanza de obtener la mayoría parlamentaria necesaria poder gobernar sin la aprobación de Hindenburg. Irónicamente, las elecciones parlamentarias de 1930 no contribuirían en el fortalecimiento de la democracia, ya que convertirían al Partido Nazi en la segunda fuerza política de Alemania y al Partido Comunista en la tercera.
[...] El 25 de febrero, Hitler finalmente decidió convertirse en ciudadano alemán, y de inmediato presentó su candidatura, en contraposición a la de Hindenburg. A pesar de que Hitler realizó una impresionante campaña electoral, Hindenburg ganó con holgura estas elecciones, aventajándolo con más de 16 puntos porcentuales. El candidato austríaco había duplicado los votos de su partido en dos años, pero parecía incapaz de acceder el poder a través de los votos sin comprometerse políticamente con Hindenburg.
[...] Por otro lado, le ofreció a Hitler la convocación de nuevas elecciones parlamentarias, a cambio de apoyar a un nuevo gobierno. Como antiguo amigo de Hindenburg, Schleicher logró convencerlo de forzar la renuncia de Brüning, y luego lo persuadió de que nombrase Canciller a Franz von Papen. En las nuevas elecciones parlamentarias de 1932, el Partido Nazi se convirtió en la primera fuerza política del Parlamento, pero no alcanzó la mayoría necesaria para gobernar.
[...] Al igual que su predecesor, el nuevo Canciller, resultó ser incapaz de conseguir la mayoría parlamentaria, y Papen llamó entonces a nuevas elecciones, las terceras en 1932. Aunque en estas elecciones los nazis continuaron siendo la primera fuerza política, perdieron votos, y Hitler quedó aún más lejos de alcanzar la mayoría en el Parlamento.
[...] El 28 de enero, después de pasar varios días intentando conseguir apoyo de cualquier fuerza política sin éxito, el Canciller Schleicher presentó su renuncia ante Hindenburg. El anciano Presidente de inmediato buscó el consejo de Papen, quien le aseguró que podría formar un gobierno con Hitler, donde los nazis serían minoría y estarían bajo control.
Finalmente, el 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado Canciller de Alemania por el Presidente Hindenburg.
[...] El 5 de marzo de 1933 se celebraron las últimas elecciones democráticas bajo el gobierno de Hitler, a pesar de su intensa campaña electoral y de la persecución contra sus opositores, la mayoría parlamentaria seguía eludiendo a los nazis, que obtuvieron el 44% de los escaños. Aliado con los nacionalistas de Hugenberg, Hitler controlaba ahora la mitad del Parlamento; pero para poder llevar a cabo su revolución nacional, el Canciller demandaba dos tercios de los escaños. Para solucionar esto, y haciendo uso del decreto del incendio del Reichstag, fueron arrestados todos los diputados comunistas y unos pocos socialdemócratas desafortunados, pasando por alto la inmunidad parlamentaria que gozaban.
[...] En poco tiempo, logró afianzarse en el poder, ocupando los cargos de canciller y presidente de la República a la muerte de Hindenburg (2 de agosto de 1934), nombrándose a sí mismo Führer. Eliminó a los oponentes de su propio partido y a colaboradores de dudosa fidelidad durante la llamada «Noche de los cuchillos largos», iniciando el proceso de eliminación de diversos grupos raciales, políticos, sociales y religiosos que consideraba «enemigos de Alemania» y «razas impuras», lo que le llevó a reasignar las directrices a los campos de concentración para la liquidación sistemática de comunistas, judíos, testigos de Jehová (Bibelforscher), gitanos, enfermos mentales y homosexuales, principalmente, así como a un intenso rearme.


De los sucesos de agosto de 1934 es que se hace la lectura simplista de decir que "a Hitler lo votó el 80% de la población", luego de que, como fue descripto, lejos se estaba en Alemania de vivir con las mínimas libertades individuales y colectivas. Al respecto de esa elección, es bueno aclarar un par de cosas:

Inmediatamente después de la muerte de Hindenburg, Hitler, que por aquel entonces sólo ostentaba el cargo de Reichskanzler o Jefe del Gobierno, asumió el cargo de Reichspräsident. A continuación, renunció al título -que no al cargo- de Reichspräsident y dictó el denominado Decreto de desarrollo de la Ley sobre la Jefatura del Estado del Reich Alemán (Erlaß des Reichskanzlers zum Vollzug des Gesetzes über das Staatsoberhaupt des Deutschen Reiches) de 1 de agosto de 1934, confiriéndose a sí mismo el nuevo titulo de Führer und Reichskanzler.
Posteriormente, el Referendum de 19 de agosto de 1934 ratificó la unificación de ambos cargos. La participación en dicho referendum fue del 95% del cuerpo electoral, obteniéndose un 89% de votos favorables a la mencionada unificación.

http://www.forosegundaguerra.com/viewtopic.php?f=27&t=8803

Pocas horas antes de la muerte de Hindenburg, el gabinete de Hitler había aprobado una ley que unificaba los cargos de Presidente y canciller , además de convertirse también en comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. De esta forma pasó a ser el dios, el único, el todopoderoso, el que todo lo sabía y todo lo podía, tal como lo recogen investigaciones de la época.
No obstante, Hitler trató de mantener las formas y así el 19 de agosto de 1934, el pueblo alemán asistió a las urnas para votar en un plebiscito sobre sus nuevas responsabilidades de dirigencia. 95% de los electores inscritos acudió a las urnas, y más del 90% ratificó a Hitler como el Führer. Significa esto que más de 38 millones de alemanes votaron para ratificarlo y alrededor de 4 millones 250 mil personas votaron en contra. Apenas 18 meses antes Hitler había recibido menos de 17 millones de votos, en una elección multipartidista a la que asistieron más de 38 millones de participantes

http://www.eluniversal.com/aniversario/100/ca5_art_hitler,-amo-absoluto_1229579.shtml



2 comentarios:

Nos Disparan desde el Campanario dijo...

Al argumento es soez por donde se lo mire. Es colocar como protagonista a la parte por el todo. Es generalizar un evento histórico particular y específico y trasladarlo como conducta posible porque tengo ganas de así pensarlo. Una falacia intelectual de la que sólo pueden abrevar los deshonestos, los perversos y los mediocres. Si lo tomamos en forma estricta deberíamos incluir dicho correlato a todos los ejecutivos democráticos del mundo. Es una payasada. Sería más o menos lo mismo que descreer del voto porque alguna voz hubo fraude o no confiar políticamente en abogados porque existieron Menem y De La Rua. Creo que la cuestión no resiste el menor análisis.
Si por el absurdo se trata no tomemos aviones porque de vez en cuando uno se cae... una soberana boludez

Moscón dijo...

Bueno,remontémonos a la Grecia clásica entonces,donde los que podían votar eran los ciudadanos mantenidos por una mayoría de esclavos impedidos de elegir.

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